domingo, 29 de diciembre de 2013

LA CRISIS


Albert Einstein

No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo.

La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar “ superado”. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. 


La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo.

En vez de esto, trabajemos duro.


Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.



 Albert Einstein

LA HERENCIA EN PARTES IGUALES

León Tolstoi

Un mercader tenía dos hijos. El mayor era el favorito del padre, que le quería dejar toda su fortuna. La madre, apenada por el hijo menor, pidió a su marido que no informara a sus hijos antes de tiempo del diferente trato que recibirían: quería compensar de algún modo al hijo menor. El mercader escuchó su ruego y no habló de su decisión.

Un día la madre estaba junto a la ventana y lloraba; un peregrino se acercó y le preguntó por qué lloraba.


Ella dijo:
-¿Cómo no voy a llorar? Mis hijos son iguales para mí, pero su padre quiere dejarle todo a uno y nada al otro. Le he pedido que no anuncie su decisión a los hijos hasta que se me ocurra algún modo de ayudar al menor. Pero no tengo dinero propio y no sé cómo mitigar mi dolor.


El peregrino dijo:
- Es fácil poner remedio a tu pena; comunica a tus hijos que el mayor se quedará con toda la fortuna y el menor con nada; y verá que un día no habrá diferencia entre ellos.


El hijo menor, cuando se enteró de que no tendría nada, se fue a tierras extrañas y se entregó al estudio de diversos oficios y ciencias; el mayor, por su parte, siguió viviendo con su padre y no aprendió nada, porque sabía que era rico.


Cuando el padre murió, el mayor no era capaz de hacer nada y disipó toda su fortuna, mientras que el menor, que había aprendido a vivir en tierras extrañas, se hizo rico.

 León Tolstoi


Más información sobre el autor: Biografías y vidas, Aloha Criticón, Buscabiografías

jueves, 26 de diciembre de 2013

SOBRE LA CONDICIÓN HUMANA


Paolo Coelho

Tapando el sol con la mano un discípulo fue a ver al rabino Nahman de Braslaw:

- No voy a continuar con mis estudios de los textos sagrados- dijo-. Vivo en una pequeña casa con mis hermanos y mis padres y nunca encuentro las condiciones ideales para concentrarme en lo que es importante.


Nahman apuntó al Sol y le pidió a su discípulo que levantase la mano frente a su rostro para interrumpir la visión del astro rey. El discípulo así lo hizo.


- Tu mano es pequeña y, sin embargo, has conseguido ocultar totalmente la fuerza , la luz y la majestad del inmenso Sol. De la misma manera, los pequeños problemas consiguen darte la disculpa necesaria para no proseguir con tu búsqueda espiritual.


Al igual que la mano tiene el poder de esconder el Sol, la mediocridad tiene el poder de esconder la luz interior. No culpes a los demás por tu propia incompetencia.
 

Paolo Coelho


Más información sobre el autor: Paolo Coelho Official Website, Biografía, Libros y obras

lunes, 23 de diciembre de 2013

FIESTA DE DISFRACES


Woody Allen 
 
Les voy a contar una historia que les parecerá increíble. Una vez cacé un alce. Me fuí de cacería a los bosques de Nueva York y cacé un alce.

Así que lo aseguré sobre el parachoques de mi automóvil y emprendí el regreso a casa por la carretera oeste. Pero lo que yo no sabía era que la bala no le había penetrado en la cabeza; sólo le había rozado el cráneo y lo había dejado inconsciente.

Justo cuando estaba cruzando el túnel el alce se despertó. Así que estaba conduciendo con un alce vivo en el parachoques, y el alce hizo señal de girar. Y en el estado de New York hay una ley que prohíbe llevar un alce vivo en el parachoques los martes, jueves y sábados. Me entró un miedo tremendo…

De pronto recordé que unos amigos celebraban una fiesta de disfraces. Iré allí, me dije. LLevaré el alce y me desprenderé de él en la fiesta. Ya no sería responsabilidad mía. Así que me dirigí a la casa de la fiesta y llamé a la puerta. El alce estaba tranquilo a mi lado. Cuando el anfitrión abrió lo saludé: “Hola, ya conoces a los Solomon”. Entramos. El alce se incorporó a la fiesta. Le fue muy bien. Ligó y todo. Otro tipo se pasó hora y media tratando de venderle un seguro.

Dieron las doce de la noche y empezaron a repartir los premios a los mejores disfraces. El primer premio fue para los Berkowitz, un matrimonio disfrazado de alce. El alce quedó segundo. ¡Eso le sentó fatal! El alce y los Berkowitz cruzaron sus astas en la sala de estar y quedaron todos inconscientes. Yo me dije: Ésta es la mía. Me llevé al alce, lo até sobre el parachoques y salí rápidamente hacia el bosque. Pero… me había llevado a los Berkowitz. Así que estaba conduciendo con una pareja de judíos en el parachoques. Y en el estado de Nueva York hay una ley que los martes, los jueves y muy especialmente los sábados…

A la mañana siguiente, los Berkowitz despertaron en medio del bosque disfrazados de alce. Al señor Berkowitz lo cazaron, lo disecaron y lo colocaron como trofeo en el Jockey club de Nueva York. Pero les salió el tiro por la culata, porque es un club en donde no se admiten judíos.

Regreso solo a casa. Son las dos de la madrugada y la oscuridad es total. En la mitad del vestíbulo de mi edificio me encuentro con un hombre de Neanderthal. Con el arco superciliar y los nudillos velludos. Creo que aprendió a andar erguido aquella misma mañana. Había acudido a mi domicilio en busca del secreto del fuego. Un morador de los árboles a las dos de la mañana en mi vestíbulo.

Me quité el reloj y lo hice pendular ante sus ojos: los objetos brillantes los apaciguan. Se lo comió. Se me acercó y comenzó un zapateado sobre mi tráquea. Rápidamente, recurrí a un viejo truco de los indios navajos que consiste en suplicar y chillar.

 Woody Allen

Más información sobre el autor: Woody Allen Official Site, Web El Criticón, Film Affinity