sábado, 6 de junio de 2015

Tener un niño

La llegada de nuestro bebé ha sido fruto del amor y se ha producido en un momento de estabilidad y madurez como pareja en el que sentimos que ya estamos preparados para ser padres. Por fin se han dado todas las circunstancias para que nuestra vida en común acceda al siguiente nivel, tener nuestro propio hijo o hija.  

Erik ha traído la felicidad absoluta a nuestra pequeña y recién formada familia. Ha cambiado nuestras vidas para siempre. Ya está aquí la pequeña personita que hemos estado esperando durante nueve meses. Y es precisamente eso, un individuo autónomo y  por ahora dependiente, que tiene sus necesidades, su genio, su carácter, y sus horarios. Erik, en noruego significa "el gobernante de todo", y efectivamente está siendo así en nuestra casa. Ahora manda él. Y nosotros encantados de que sea así, claro. 

Aunque todo el mundo da consejos e intenta advertir sobre lo que se viene encima, nadie te prepara para el carrusel de emociones que se vienen encima cuando tienes un niño. Euforia, preocupación, ansiedad, alegría... son sensaciones que se viven de forma intensa en las primeras semanas de vida del niño. A este respecto, la gente dice que los bebés son muy sencillos sólo lloran cuando tienen sueño, cacas o hambre. Es así y lo sabes, pero cuando estás en plena faena, el niño no se calla y has agotado estas tres opciones, la impotencia que sientes no puede compararse a nada. 

De momento, nuestra altura de miras no pasa de los pañales, lloros y necesidades del recién nacido. Parece que de repente hemos sido agraciados con un juguete que nos alegra la vida y sólo pensamos en esto. Es mejor así, porque cuando nos da por reflexionar y pensar que Erik se va a convertir en un niño, adolescente y adulto -como debe ser la evolución vital de una persona- aparece un vértigo difícil de gestionar. Supongo que esta sensación de responsabilidad sobre la vida de un hijo debe ser común a todos los padres, aunque intuyo que nadie quiere hablar de ella o se para a pensarlo detenidamente.  

Creo que cada vez que nace un niño, dos grandes familias se unen. Nuestros padres, hermanos, tíos, primos... se han volcado con Erik. Aunque ya esperábamos esta reacción, nos ha impresionado la ilusión que ha despertado nuestro pequeño en nuestras familias de origen. Su llegada ha servido para  varios fines; se han entablado nuevas relaciones personales entre nuestros parientes más cercanos, han renacido ilusiones en familias donde hacía ya tiempo que no había niños pequeños y se ha conseguido que nuestro linaje viaje hacia el futuro. Es muy gratificante saber que Erik estará acompañado por muchos primos  y primas de diversas edades que le ayudarán a lo largo de su vida. Todos ellos serán la próxima generación, nuestros sucesores, nuestra esperanza. Por todo esto, el cariño que nos han mostrado todos nuestros familiares nos ha emocionado. Gracias a todos. 

Se dice que Aragón es un país donde los hijos de tus amigos son tus sobrinos. Podemos corroborar que es cierto. Hasta ahora, nos ha tocado ejercer el papel de orgullosos tíos, con gran satisfacción y alegría. Ahora, nuestro peque es un nuevo miembro del clan de niños de los amigos. Sabemos que crecerán y que sus edades están muy próximas, su educación se desarrollará simultáneamente. Esperamos que entre ellos nazcan fuertes lazos que les una en su viaje vital, y que todos nos quieran. Nos enternece pensar en ello. 

En otros casos, esperamos que nuestros amigos ejerzan como tíos de Erik, e incluso a algunos les hemos reservado una misión en la educación su carácter; tenemos tíos y tías que aportarán cosas en música, en arte, en elegancia, en picardías... Así, se lo hemos pedido medio en broma, medio en serio, pero con la convicción de que su aportación harán de Erik una mejor persona.

Tener un niño está siendo una de las mejores experiencias que hemos tenido en nuestra vida. El impacto que ha supuesto en nuestras vidas la llegada de Erik, va más allá de algunos cambios físicos o mentales que se dan las personas que afrontan la paternidad o la maternidad. Nuestro hijo ha transformado los objetivos vitales que teníamos como pareja. A partir de ahora, nos centraremos en sacar adelante a nuestro hijo.  La ilusión de hacer de Erik una buena persona nos guiará. Pondremos a su disposición todos nuestros recursos, valores y experiencias. Nuestras esperanzas e ilusiones se van a volcar en él. Sus éxitos y fracasos serán los nuestros. 
  
Buscaremos en todo momento nuestra recompensa más deseada, el cariño de nuestro hijo. El sentimiento de ser padres nos marcará y acompañará toda la vida. 

Fernando Bolea Barluenga