jueves, 13 de noviembre de 2014

Una noche en la montaña


Allí estaban, parados en una solitaria carretera de los Pirineos. Estaba atardeciendo, comenzaba a nevar, cuando Guillén salió del habitáculo para intentar solucionar la avería del coche y de paso colocar las cadenas para continuar el viaje. La cosa iba a durar un rato. Guillén era trabajador y voluntarioso, pero en cuestión de coches no tenía mucha idea. 

Izaskun, sola en el coche, tuvo un momento para recordar cómo había llegado hasta allí desde que se instaló en la montaña aragonesa. Salían juntos, desde que ella abandonó del País Vasco. Había dicho que era para alejarse de su ruptura con Aritz, su pareja en aquel entonces. Pero en realidad fue la excusa para comenzar una nueva vida, en la que no tuviera que preocuparse por el viciado clima político que ella respiraba a diario. Aunque hace ya años que no hay atentados, en su opinión la sociedad vasca todavía puede sentirse cierta tensión. No podía soportarlo, Izaskun quería olvidarse de palabras como Euskadi, Ertzanza, independentzia, autodeterminación, raza vasca... 

Todas esas palabras que habían hecho casi irreconciliables a sus familiares más próximos. En su familia, como en muchas otras, las distintas posiciones políticas provocaban a menudo conflictos difíciles de solucionar. Sus padres vivían en Getxo, gozaban de una buena posición económica, pertenecían a una antigua saga de industriales vascos. Eran nacionalistas y tradicionalistas, no aceptaban bien los vertiginosos cambios sociales que se daban en la sociedad vasca. Su hermano Mikel era un obrero cualificado profundamente socialista y brillante discutidor. Al mismo tiempo, Aritz, era un radical muy próximo al movimiento abertzale, cuyas ideas quería imponer a toda costa. 

Cuando Aritz llegó a la familia, tomaron la costumbre de pasar los domingos en la casa de Getxo todos juntos. Las discusiones en esas comidas eran al principio agradables e interesantes, pero habían derivado en un enconado conflicto familiar sin solución. Izaskun era más bien progresista, pero sin conceptos claros. En realidad, la política le importaba poco, pero deseaba que las personas que más le importaban se llevaran bien. Siempre intentaba mediar para que no hubiera ganadores ni perdedores. Durante un tiempo fue posible, pero cuando el odio visceral llegó a su zénit, tuvo que elegir entre su novio y su familia. Le costó mucho dejar a Aritz, pero su extremismo ideológico era incompatible con la vida en pareja y con una relación familiar normal. En lo más profundo de su ser, sabía que ese sueño al lado de Aritz sería imposible. 

Tras la dura ruptura, se replanteó su vida. Necesitaba salir de aquel entorno, cambiar de trabajo, conocer nueva gente. Iba a hacerlo, iría a un lugar más tranquilo aunque cercano a su tierra natal, no era amiga de cambios radicales. Ya conocía la montaña aragonesa, y eligió establecerse en Ansó. Le gustaba el valle y estaba bastante cerca de su tierra natal. Podía realizar on line su trabajo de ejecutiva comercial en una empresa de viajes turísticos. Vendió bien su idea a sus jefes, a partir de entonces buscaría oportunidades de negocio en Aragón. La empresa se introduciría en un nuevo mercado y ella podría dar un nuevo giro a su vida. 

Así, alquiló una pequeña casa en el monte, en las afueras del pueblo. Al principio, tuvo vacaciones, que empleó para instalarse y adaptarse al entorno. Ella, que siempre había vivido en una gran ciudad como Bilbao, se hizo montañera, se puso en forma y se volvió algo hippie. A la vez, su carácter cambió, se hizo más abierta y confiada. Fruto de ello, hizo nuevas amistades rápidamente. En general sus vecinos eran amables, entrañables y libres. Enseguida fue una más ¡Qué diferente era esto del País Vasco! 

Había conocido a Guillén cuando ambos coincidieron en una andada de alta montaña. Fue amor a primera vista, su pasión por la naturaleza los unió. Guillén embaucó a Izaskun para que uniera a su proyecto de negocio, una casa rural de carácter naturalista, donde los clientes consumirían los productos de su propio huerto y granja, criados a la manera tradicional. 

Durante un tiempo Izaskun compatibilizó su trabajo de comercial con la actividad en la casa rural, pero habían progresado mucho y tuvo que dedicarse a ella en exclusiva. Tras dejar su empresa, la experiencia comercial de Izaskun tuvo grandes resultados para su proyecto común. Dos años después, regentaban una casa rural y un negocio de aventura. Izaskun era una gran comercial, la parte amable del negocio. Guillén era emprendedor, muy valiente, y con un encanto natural. Se preciaba de conocer bien y amar la montaña. La suma de las habilidades de los dos fue la llave del éxito de su negocio. 

En sus viajes de trabajo, conducía siempre Guillén y a menudo tomaba pequeñas carreteras como atajo. A Izaskun no le gustaban, pero Guillén era un buen aragonés, grande, terco, no era fácil de convencer. Izaskun pensó que cuando Guillén volviera al habitáculo, le abroncaría. ¡Qué manía! ¡Por tomar esos dichosos atajos se encontraban tirados en la montaña en una carretera sin tráfico! 

Estaba aterida de frío, en su asiento de copiloto comenzó a soplarse las manos para intentar calentarse. No podía activar la calefacción mientras Guillén hurgaba en las entrañas del motor, así que intentó abrigarse con todo lo que encontró dentro de la cabina del coche. Era friolera para ser del Norte, pero aún así se había vestido a la moda para aquella ocasión, la cena que precedía a una feria turística en la que hacía tanto que deseaban estar. Últimamente la moda es independiente del tiempo que haga, e Izaskun lo estaba sufriendo en aquel momentbbdo. ¡Maldita sea! ¡Se suponía que ese corto viaje sólo iba a durar unos minutos! 

Bueno, por lo menos buscaría algo para entretenerse. Abrió la guantera, y la vió. Una pistola. Izaskun sólo las había visto en las películas. No podía creer lo que estaba viendo. Guillén tenía un arma y no le había dicho nada. Cientos de preguntas estallaron a la vez en su cabeza.Tener un arma era una gran decisión, ¿Por qué Guillén no se la había consultado? ¿Cómo la había conseguido? Y sobre todo, ¿Para qué la quería? ¿Estaban en peligro? 

En eso estaba cuando ¡Plom! El sonido del capó, indicaba que Guillén ya había finalizado la reparación. Ahora iría al maletero a dejar las herramientas. Disponía de unos segundos para pensar una estrategia. ¿Debía preguntarle directamente o sonsacarle poco a poco? Sería mejor intentar la vía indirecta, sabía que con Guillén era inútil confrontar directamente, se cerraría en banda. Debía esperar a que él se lo dijera por propia voluntad, pero conseguirlo no sería fácil. Sentía que la tensión se apoderaba de ella.
- Bueno, ya está. Creo que con el apaño podremos llegar. Dijo Guillén.

- Menos mal, estoy helada, este vestido no abriga nada. Contestó Izaskun.

Parecía ausente. Guillén mantenía una extraña calma. Se estaba limitando a arrancar el coche en silencio. La intranquilidad de Izaskun se hizo más grande. Normalmente, Guillén hubiera proferido unos cuantos improperios y pegado algún golpe a su vehículo. Algo pasaba. Tras unos minutos, Izaskun preguntó:

- I. ¿Que le pasaba al coche? Todavía no me lo has dicho...

- G. ¿Eh? ¡Ah sí! Se ha calentado un poco, y se ha roto un manguito. He podido repararlo con un poco de cinta aislante. Esperemos que aguante hasta el pueblo.

- I. ¿Pero estamos cerca no?

Guillén no contestó a la pregunta, parecía no haberla oído. Izaskun, no pudo contenerse y a gritos dijo:

- I. ¿¿Pero me has oído?? ¡¡Te he preguntado que cuanto falta para el pueblo!! ¡¡ Contéstame!!

- G. Izaskun, tranquila, no hace falta que me grites. Para el pueblo falta un rato, como una hora con la carretera en estas condiciones, pero tengo que contarte algo, sólo estaba pensando cómo decírtelo. 


- I. ¿Qué pasa? Dijo, tartamudeando no sólo por el frío. Guillén, no era un hombre que se guardara cosas, todo lo soltaba directamente. El hecho de que tuviera que pensar la forma de contarle algo, indicaba que era un asunto importante o que podía hacerle daño a ella. ¿Sería ése el momento en que le contara lo de la pistola? ¿Qué iba a pasar? Se preocupó, pero entonces Guillén comenzó a hablar...


Fernando Bolea Barluenga

Más que un sentimiento



Papá, ¿tú no tienes frío? -No. Su padre nunca reconocía el frío. Cuando llegaron,  comenzó el acto y todos aplaudieron emocionados. En el centro del campo, un hombre se había levantado de su silla de ruedas y haciendo un gran esfuerzo había golpeado un balón. Su padre, llorando, le dijo: "Hijo mío, por jugadores como él somos de este equipo". 

domingo, 21 de septiembre de 2014

El retrato





Bueno, aquí estamos, esperando a que nos hagan la foto. Ha costado un rato hasta que han logrado posicionarnos a su gusto, pero al final parece que la instantánea quedará bastante bien. Ahora que lo pienso, somos un curioso grupo, forjado como consecuencia de diferentes instantes en la vida de esta joven pareja. Cada uno de nosotros tiene un significado propio y único para ellos, eso nos une.
 

Compartimos un mismo techo en su nuevo piso, nos han colocado en un lugar destacado en la habitación donde guardan sus recuerdos más preciados. Estamos muy contentos. En este momento, él intenta hacernos una buena foto de conjunto. Nunca lo reconocería abiertamente, pero creo que le gustamos. Por eso, al hacer prácticas con su nueva cámara, nos ha elegido como sus estáticos conejillos de indias. En fin, será un momento (espero).
 

Mientras tanto, y ya que no puedo moverme, voy a pensar en cómo hemos llegado hasta aquí. El primero en llegar fue R2D2. Premio a la constancia, ya que lo obtuvieron acumulando tickets en la máquina de baloncesto de aquellos salones recreativos de centro comercial. Cuando al fin tuvieron los puntos necesarios, él no dudó en solicitar a R2D2. Es un producto oficial Star Wars, es el de mayor caché y el más grande de todos nosotros, triunfó como la cocacola. Aún no vivían juntos, pero R2 sabía que formaría parte de su vida en común. Durante años, lo guardaron y cuidaron celosamente. Aún tiene la etiqueta original.
 

Fluvi, fue adquirido en la Exposición Internacional del Agua que tuvo lugar en Zaragoza en el 2008. Es muy simpático. Les recuerda aquellos meses de sueño internacional de su ciudad en los que aprendieron muchas cosas sobre los países y su relación con el agua. Un momento que esta pareja vivió intensamente. Irrepetible aquella Expo 2008.

Pero, ¿cómo van los retratos? Uff! Parece que está muy concentrado haciendo pruebas con cámara y trípode. Esto va a durar un rato...
 

¿Cómo llegó aquí el Pitufo Presumido? ¡Ah, sí! Rescatado de una máquina de grúas de las ferias de unas fiestas pilaristas. Vino aquí como resultado tangible de una mezcla de esfuerzo, derroche y cabezonería de la chica, que no paró hasta obtener lo que quería. A pesar de la copiosa lluvia que aquel día bañaba las atracciones, ella estalló de felicidad cuando aquel gancho infernal cogió de perfil al pitufo. Estos maños, cuando finalmente se proponen algo...
 

Luego están los que vivían en Port Aventura. En aquel año de crisis, la joven pareja no iba a tener vacaciones, cuando decidieron pasar cuatro días en la playa de Tarragona ciudad, y visitar el parque temático. Una vez en él, no pudieron resistirse al encanto del Pingüino y de SuperCoco. Con ellos rememoran algunos momentos de su infancia pasados ante la televisión y un breve pero agradable viaje de verano.
 

El pájaro Angry Birds fue un regalo de él para ella. Hace dos años, estaba enganchada al popular videojuego en su móvil. Cuando llegó su cumpleaños, él no dudó, si los encontraba en las tiendas, le regalaría uno de aquellos pájaros. Acertó plenamente. Lo malo es que siempre parece estar cabreado. Hasta en la foto de hoy es como si hubiera pedido que lo pusieran mirando hacia otro punto, como pasando de la cámara y de la foto...
 

Creo que el Muñeco de Nieve está con nosotros por un capricho de los dos en una Navidad. Buscaban algo para decorar la casa, y para ellos, socios y sufridores del Real Zaragoza, todo lo blanquiazul tiene garantía de éxito. Han acertado al colocarlo junto al pingüino, queda muy bien.
 

Finalmente, estoy yo, el perro de cuero sin ojos ni boca del centro de la foto. Soy el fruto de una eterna discusión entre ellos, sobre la necesidad y el deseo de tener mascota. Él piensa que ella se ablandará si me ve todos los días en el piso y le dejará tener su deseado perro. Ella cree que soy un peluche simpático que queda bien, y que conmigo a él debe serle suficiente. Creo que ella va ganando.
 

Bueno chicos, parece que llega la foto definitiva, quede bien o mal será la última. Hagamos lo posible, poner vuestra mejor pose, ¡Sonreir! ¡Decir P-A-T-A-T-A! ¡También tú, Angry Bird!
Fernando Bolea Barluenga

jueves, 31 de julio de 2014

La vasija agrietada


Había un hombre allá por el sur de las montañas que cada día tenía que recorrer largos kilómetros con sus dos vasijas de barro para transportar agua a sus seres más queridos. Él llevaba sus vasijas cargadas a hombros, una a cada lado, sostenidas por un palo que las sujetaba por los extremos. Cada día las llenaba de agua. Una de las vasijas era perfecta y la otra vasija estaba llena de grietas con lo que este hombre transportaba menos cantidad de agua de la que correspondía.

Un día la vasija de grietas le habló al hombre y le dijo:

- ¿Sabes qué? He estado pensando que debo pedirte disculpas porque todos los días me llevas a cuestas pensando en transportar cinco litros de agua cuando en realidad debido a mis grietas sólo puedes transportar incluso menos de la mitad. Apenas dos litros llegan a su destino. Y todo por mi culpa, por ser como soy.

El hombre le contestó:

- No debes pedirme disculpas por algo que yo mismo he escogido. Podría cambiarte por otra vasija pero he aprendido una cosa. ¿Sabes qué?

-No, sinceramente no sé qué has podido aprender de mis grietas, si no sirven para nada e incluso te hacen trabajar el doble.

Entonces el hombre le explicó por qué lo hacía:

- No sé si te has fijado que el largo trayecto que realizamos cada día, justo por el lado izquierdo de mi hombro donde tú estás colocada, por el camino vas dejando agua caer, eso es cierto, pero yo, cada día que he pasado, me he encargado de dejar unas semillas. ¿Has visto cuál es el resultado? Pues bien, todo el largo camino que realizamos cada día está lleno de flores y esto hace no sólo que pueda obtener frutos para alimentarme e incluso repartirlos a los más necesitados sino que hace de este camino un lugar bello y hermoso. Así que, no me pidas disculpas y estate orgullosa de quien eres porque esto que pasa es gracias a ti.

La vasija sorprendida, se emocionó y le dijo al hombre:

- ¿Sabes? Hoy he aprendido una cosa. Y es que, en ocasiones es verdad que las dificultades pueden convertirse no sólo en oportunidades. Pero es que además de los errores o defectos que tenemos no vale la pena derramar lágrimas. Debo aceptarme tal y como soy.

El hombre muy contento, pudo disfrutar de la fragancia del camino cada día, recogió sus frutos para llevar a los más necesitados y siguió caminando con ambas vasijas hasta el fin de sus días.


domingo, 11 de mayo de 2014

Sobre bicis...










"Le contaron a un compañero ciclista que me había comprado una bici nueva, y su respuesta fue, ya estoy mirando una mejor". Ésta fue la conversación que me narraron el otro día. Mi indignado interlocutor, no comprendía cómo, en vez de alabar su nueva bici, este sujeto se había dedicado a intentar superarlo descaradamente ante otras personas. A consecuencia de ello, dos grandes amigos dejaron de hablarse y de salir en bici los fines de semana.

La envidia. Si no fuera por ella, no se venderían los coches de grandes marcas o no se comprarían pisos enormes, apartamentos en la playa o en la montaña, ropa de marca, artículos de lujo... En nuestro país, la envidia ha sido un rasgo característico de nuestro carácter, para nada admirable, que siempre nos ha llevado por malos caminos. A menudo, no la hemos enfocado hacia la superación de uno mismo, sino a la destrucción del otro o de sus posesiones. Somos así.

Pero claro, además se fomenta este comportamiento. Estamos en una sociedad donde se impone la rivalidad Cristiano-Messi. Los egos desenfrenados de ambos futbolistas, y su mediática pugna supercompetitiva, sugieren insanos valores como el afán por el dinero, un enfermizo culto al cuerpo, la búsqueda del éxito superlativo, el trabajo incluso estando lesionado -cosa que también se fomenta en otros deportes como el motociclismo, el ciclismo o el tenis-, la relajación de la moral si es necesario, el todo vale... Principios muy acordes con la sociedad consumista, insolidaria e individualista en la que nos hemos instalado.

Pese a ello, observo sin entender, cómo es posible que este patético mensaje se refleje tan claramente en nuestras vidas cotidianas y cale tan hondo. El deseo de una mejor bici que el compañero de fatigas, -en resumen, la superación del otro-, es una pugna ridícula e irracional que no lleva a buen puerto. Como personas, creo que deberíamos ser más inteligentes. 


Fernando Bolea Barluenga



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“La vida es como la bicicleta, hay que pedalear hacia adelante para no perder el equilibrio”. Albert Einstein

“Nada es comparable al sencillo placer de montar en bicicleta”. John F. Kennedy

“Si tienes bici eres mi amigo” Gary Fisher



domingo, 4 de mayo de 2014

Valiosa instantánea



Desde que soy fotógrafo aficionado, esto de tomar fotos se ha complicado mucho. Me sitúo con mi cámara, en la rotonda, dispuesto a tomar una buena foto. Y no es una plaza cualquiera, está presidida por la diosa más querida de Madrid. Observo que aún queda vallado de la celebración futbolera de la noche anterior y me planteo como eliminarlo de la foto. Al fondo, la puerta que ve pasar el tiempo, como dice la canción. Habrá que pensar cómo encuadrar para sacar bien los dos monumentos a la vez.

Me concentro en ajustar la cámara réflex -obturador, focos, luz, diafragma, posición...- intentando que mi foto sea algo artística, que no aparezcan personas que no quiero retratar, que no haya demasiados coches... Paciencia Fer, me digo, alguna foto será la buena... Aunque amateur, empiezo a sospechar que éste es el mejor momento del fotógrafo, la emoción de ajustar parámetros y poder cambiar la realidad a través de tus lentes, distorsionarla, y transmitir un intencionado mensaje al observador. 


Empiezo a tirar fotos, buscando la toma definitiva. Y en ello estoy, cuando aparece el fenómeno inesperado, la instantánea única, la que todo fotógrafo espera y que hace su foto distinta a todas las demás tomadas en ese momento por otras personas. 


En este caso, se trata de una persona corriendo, jugándose la vida entre medio de una riada de coches a toda velocidad. Cruzando por un sitio imprevisible, donde los peatones no deberían estar, y por donde los coches tienen menos visibilidad al estar en medio de un giro.  Intento sacar las fotos rápidamente, sólo durará unos segundos, no puedo ajustar todos los parámetros, la foto sale desencuadrada y demasiado alejada, pero técnicamente capta a la perfección la acción de movimiento de la persona. La foto parece transmitir el mensaje que yo quiero enviar al tomarla.


Pasado el éxtasis fotográfico, reflexiono. Llegó por décimas de segundo a la acera, faltó muy poco para el atropello. Qué tonta manera de jugarse la vida, pienso, ¡pudiendo cruzar por tantos pasos de peatones habilitados! Lo cierto es que ninguna de las personas que estábamos en aquella rotonda, hubiéramos podido ayudarle en caso de no poder llegar a la acera por sus propios medios. Fue una locura momentánea de un imprudente que afortunadamente salió bien. Unas décimas de segundo fueron la diferencia entre un profundo trauma de graves consecuencias y una escena olvidada al instante por el protagonista y los pocos que observaron la carrera.


Reacciono a lo vivido y al instante me vienen dos pensamientos. El primero es preguntarme cómo hubiera actuado de haberse producido el atropello. Me cuestiono si hubiera mantenido la serenidad, si hubiera sabido qué hacer. En un segundo plano me sorprendo al pensar que cuando esa persona corría, mi prioridad fue seguir tomando buenas fotos, como si lo que ocurría delante del visor de mi cámara formara parte de algo ajeno e inexistente. Debo concentrarme en lo real, en lo que verdaderamente importa.



Fernando Bolea Barluenga