lunes, 1 de julio de 2013

Los lunes, al sol.. lavando el coche




Lavando el coche


Es mitad de mayo. Son las 10 de la mañana y observo que hace sol, aunque el cierzo sopla bien fuerte y el frío se resiste a abandonar esta extraña primavera. Me desperezo, sigo aún cansado del intenso viaje del fin de semana y me cuesta seguir la decisión que tomé el día anterior. Soy de la opinión de que una vez tomamos una decisión hay que llevarla a cabo sin cuestionarla, pero en esta ocasión suponía un gran esfuerzo.  Me dolían todos los músculos de mi cuerpo además de la cabeza, el cansancio era generalizado.

Esa mañana, hubiera renunciado a seguir mis principios a cambio de algo más de descanso. Sin embargo, se trataba de mi coche, no de cualquier otra cosa.  Aunque no lo manifestamos a menudo, los hombres tendemos a personificar a nuestro coche, lo consideramos nuestro compañero más fiel y normalmente le cogemos algo de cariño. Más aún, cuando conduces el mismo vehículo durante trece años.  Ese día, mi memoria se reducía al comportamiento del auto durante el reciente viaje, con toda la carga llevada, los kilómetros recorridos y su gran fiabiliad. Merecía una gratificación.

Haciendo las cosas al ralentí, finalmente conseguí hacer un acto de valor, iría a lavar el coche. Llegué a la gasolinera más cercana convencido de que en un día desapacible y durante el horario de trabajo estaría solo y aunque el lavado debía ser completo, acabaría rápidamente. Introduje el coche en el lavado de mangueras sin problemas, había otro coche de alta gama en el lavado contiguo, pero no me sorprendí, el tiempo de los ricos fluye de otra manera.

Finalizando el lavado, llegó un tercer coche que se situó en la cola para utilizar las mangueras. Situación siempre desagradable y estresante tanto para el que lava como para el que espera. Sin darle mucha importancia, y haciendo caso omiso de mis nervios al sentirme observado finalicé y pasé a la fase de secado y aspirado interior.

El ruido del aspirador me hizo abstraerme de todo y concentrarme en mi tarea. Al acabar, levanté la mirada y observé la cruda realidad. Las 11 de la mañana de un lunes de trabajo y el área de servicio estaba al completo. Había coches en la zona de lavado y en la de expedición de gasolina. No podía creerlo. En unos minutos, el ambiente de la gasolinera era el de un domingo, tanto en las tareas realizadas como en la actitud de la gente. El perfil, era el mismo. Coches utilitarios y compactos, con unos años de edad, lavados por hombres y mujeres entre 25 y 40 años de edad.

Me fui triste a casa. Pensé que este país no podrá salir adelante mientras la población activa más productiva pueda ir a lavar su coche un lunes por la mañana. Una tarea tradicionalmente reservada al fin de semana, vinculada con el ocio, se ha convertido en algo que podemos hacer en cualquier momento. Mientras tengamos coche.


Fernando Bolea Barluenga