viernes, 17 de abril de 2015

La letra rara


Desde su ventana en el cole de Sabiñánigo, Erik se distraía mirando el monte cada mañana. Todos los días, mientras estaba con sus compañeros aprendiendo la lección diaria , soñaba despierto con poder correr y jugar por sus praderas sin tener que estar en ese aburrido colegio tanto tiempo. Se distraía con facilidad, como todos los niños, pero si era necesario podía ser aplicado y listo. Lo había demostrado a menudo en clase, donde usaba su gran imaginación para resolver todas las tareas que la profesora les planteaba.

A sus cuatro años, en ese momento se encontraba en la ardua tarea de escribir su nombre. Los demás niños hacía rato que jugaban en el recreo, mientras él seguía sin poder escribir bien su nombre en aquel papel. La profesora lo vigilaba disimuladamente, sólo quedaban ellos dos en la clase y Erik sabía que no saldría de allí hasta que completara sus deberes. ¡Jope!

Todo por culpa de aquella letra que no sabía dibujar -a esas edades, escribir es dibujar-. Nadie en su clase la tenía en su nombre, no sabían cómo hacerla, no supieron ayudarle. Todos habían acabado su tarea muy pronto; una serie de repeticiones de su nombre hasta completar la hoja por las dos caras. Los niños y niñas de la clase, realizaron la tarea en común, como una cosa alegre y divertida que rápidamente finalizaron. Uno a uno salían al recreo, y sus juegos se oían desde la clase. Pero Erik no era parte de eso, seguía allí plantado, atascado en cómo hacer la letra final de su nombre, con esa forma tan rara...

Al final se decidió a hacer algo. No podía estar allí siempre, lo difícil sería hacer la primera letra. Sacando la lengua por un lado del labio, en un gesto que también hacía su madre cuando tenía una tarea difícil o de precisión, Erik volvió a intentarlo. Primero la "E", más bien fácil si la hacía cuadrada, siguiendo la cuadrícula del papel. Después la "r", al ser pequeña, la haría en dos trazos, como le había dicho la profesora. La "i", la letra que más le gustaba, un palo con sombrerito...

Y ahora la "k". La dichosa letra, con un palo vertical y aquellas dos cosas torcidas que siempre le salían tan mal. No conseguía darle una forma adecuada a la dichosa letrita. ¡Brrr!

Viendo que su hijo no estaba en el recreo con los demás, su padre se coló en el colegio y entró en la clase donde su niño estaba concentrado aprovechando un momento en el que la profesora había abandonado la clase. La conversación fue la siguiente:

- Erik, te voy a decir un truco para dibujar esta letra rápidamente, pero no digas a nadie que he estado aquí.

- ¡Vale!, respondió Erik.

- Hijo mío, cuando tengas que dibujar la letra "k", primero haz una "c". Las "c" se te dan bien ¿no?

- Sí papá, me gustan mucho. (A Erik, le gustaban las "C" sobretodo porque eran fáciles de hacer).

- Bien. Cuando tengas la "c", atraviésala con un palito grande como cuando haces la "I" grande o el primer trazo de la letra "E" grande. Así formarás una "k" y podrás escribir tu nombre rápidamente.

Dicho esto, su padre abandonó la clase rápida y silenciosamente, procurando no ser visto por nadie como un prófugo que escapa de prisión, como un espía en acción, como el inspector Gadget en modo sigilo. Había que hacer un poco de teatro para que el crío quedara contento de su visita. Además, no deseaba que aquella estricta profesora le llamara la atención por haber ayudado a su hijo, por lo que en realidad el modo espía era necesario. Cuando llegó a la zona de padres, estaba muy satisfecho por haber ayudado a su hijo. Creía que lo había entendido bien. Sabía que le gustaba mucho la "c", no paraba de dibujarla a todas horas. Se lamentó. Si le hubieran puesto el nombre con "c" final, su hijo no hubiera tenido tantos problemas al escribir su propio nombre...

Erik comenzó a dibujar en un papel miles de "k" basadas en "c", y cuando estuvo seguro, se decidió a escribir su nombre de forma completa en la hoja que le había dado la profesora. Por fin, vio su nombre escrito por su propia mano, y le gustó. Comenzó a repetir Eriks hasta llenar las dos carillas de la hoja que tenía asignadas y finalmente concluyó muy contento sus deberes.

Entregó la hoja a la estirada profe, que la recogió con desdén. "¡Por fin habían acabado todos!", ya podía irse a casa. De reojo, echó un vistazo a la hoja e impresionada pensó: "¡Que diablillo de niño! ¿Cómo se le habrá ocurrido escribir así su nombre?". Efectivamente, en la escritura de su nombre, Erik, había escrito todas las palabras de la misma forma. Las tres primeras letras -E, r, i- con formas rectas, siguiendo exactamente los grandes cuadrados de la cuadrícula de la hoja. Y luego estaba aquella forma particular de hacer las "k", que se veían claramente formadas por una "c" perfectamente redondeada con un palito grande.

Cuando la profesora reaccionó, fue imposible preguntarle al niño. Corría ya desaforadamente por los pasillos del cole dando saltos de alegría, directo hacia el lugar donde se encontraba su padre, que lo recibió con un gran abrazo.

Aquel día Erik se había quedado sin recreo, pero la próxima vez acabaría antes y ya no sería necesario sacar la lengua para escribir su nombre.

Fernando Bolea Barluenga