domingo, 4 de mayo de 2014

Valiosa instantánea



Desde que soy fotógrafo aficionado, esto de tomar fotos se ha complicado mucho. Me sitúo con mi cámara, en la rotonda, dispuesto a tomar una buena foto. Y no es una plaza cualquiera, está presidida por la diosa más querida de Madrid. Observo que aún queda vallado de la celebración futbolera de la noche anterior y me planteo como eliminarlo de la foto. Al fondo, la puerta que ve pasar el tiempo, como dice la canción. Habrá que pensar cómo encuadrar para sacar bien los dos monumentos a la vez.

Me concentro en ajustar la cámara réflex -obturador, focos, luz, diafragma, posición...- intentando que mi foto sea algo artística, que no aparezcan personas que no quiero retratar, que no haya demasiados coches... Paciencia Fer, me digo, alguna foto será la buena... Aunque amateur, empiezo a sospechar que éste es el mejor momento del fotógrafo, la emoción de ajustar parámetros y poder cambiar la realidad a través de tus lentes, distorsionarla, y transmitir un intencionado mensaje al observador. 


Empiezo a tirar fotos, buscando la toma definitiva. Y en ello estoy, cuando aparece el fenómeno inesperado, la instantánea única, la que todo fotógrafo espera y que hace su foto distinta a todas las demás tomadas en ese momento por otras personas. 


En este caso, se trata de una persona corriendo, jugándose la vida entre medio de una riada de coches a toda velocidad. Cruzando por un sitio imprevisible, donde los peatones no deberían estar, y por donde los coches tienen menos visibilidad al estar en medio de un giro.  Intento sacar las fotos rápidamente, sólo durará unos segundos, no puedo ajustar todos los parámetros, la foto sale desencuadrada y demasiado alejada, pero técnicamente capta a la perfección la acción de movimiento de la persona. La foto parece transmitir el mensaje que yo quiero enviar al tomarla.


Pasado el éxtasis fotográfico, reflexiono. Llegó por décimas de segundo a la acera, faltó muy poco para el atropello. Qué tonta manera de jugarse la vida, pienso, ¡pudiendo cruzar por tantos pasos de peatones habilitados! Lo cierto es que ninguna de las personas que estábamos en aquella rotonda, hubiéramos podido ayudarle en caso de no poder llegar a la acera por sus propios medios. Fue una locura momentánea de un imprudente que afortunadamente salió bien. Unas décimas de segundo fueron la diferencia entre un profundo trauma de graves consecuencias y una escena olvidada al instante por el protagonista y los pocos que observaron la carrera.


Reacciono a lo vivido y al instante me vienen dos pensamientos. El primero es preguntarme cómo hubiera actuado de haberse producido el atropello. Me cuestiono si hubiera mantenido la serenidad, si hubiera sabido qué hacer. En un segundo plano me sorprendo al pensar que cuando esa persona corría, mi prioridad fue seguir tomando buenas fotos, como si lo que ocurría delante del visor de mi cámara formara parte de algo ajeno e inexistente. Debo concentrarme en lo real, en lo que verdaderamente importa.



Fernando Bolea Barluenga