lunes, 4 de febrero de 2013

La figura




Hasta que llegué aquí, residía en una tienda de souvenirs junto a figuras de otros equipos muy renombrados. Entre messis y cristianos, pasaba la vida en el fondo del escaparate. Todos los clientes se fijaban en ellos, rara vez en mí, aunque llevo los colores del equipo de la ciudad.

A pesar de mi reducido precio, fue muy difícil conseguir que me eligieran. Creo que se debe a que todo en mí es modesto; soy  de barro endurecido, inanimado y pequeñico. Hasta mi posición es muy normal, tuvieron que hacerme cogiendo el balón con la mano y sin nombre en la camiseta, ya que el equipo a que represento no sugirió gran cosa a mis creadores. A favor tengo mis orejas, mi peinado a raya y mi simpático gesto, mis puntos fuertes.

Pensando en que lo tenía muy difícil, en que deberían fijarse mucho para reparar en mí, apareció esa pareja. Desde el principio noté que me miraban fijamente, no hacían caso al resto del escaparate. Intenté transmitir mi mejor simpatía. 

No hizo falta, se trataba de dos seguidores del equipo, que bajaban andando desde el estadio, enrabietados después de un frustrante partido. Pasaron por la Plaza del Pilar, repararon en mí, y donde había un simple muñeco blanquiazul, ellos vieron la esencia del Real Zaragoza, sus contradicciones y sufrimientos, sus momentos de gloria.

No dudaron un momento. Ahora  trabajo con él, pero ella pregunta por mí de vez en cuando. Hemos sobrevivido a tres mesas de despacho y dos descensos en dos años. Nuestro vínculo es muy fuerte. ¡¡ Aúpa Zaragoza !!

Fernando Bolea Barluenga